En nuestra sociedad actual sigue imperando la "ley del más fuerte". El tan nombrado "bullyng" sufrido por muchos alumnos en nuestras escuelas es una clara muestra de ello.
Valores tan supremos como la tolerancia, el respeto, el compañerismo y la solidaridad quedan solapados ante el autoritarismo, la fuerza y el mando de quien se cree superior a sus semejantes. Da la impresión que determinados grupos erigen en líderes a aquellos que llevan la burla y la chanza del más débil por bandera.
La forma de combatirlo se nos presenta altamente complicada. Si bien el rechazo social ante este tipo de prácticas es evidente, no dejan de producirse. Y es que muchos casos ni siquiera son conocidos más que por los propios protagonistas.
La solución no pasa por convertirnos en ojos espías que detecten, condenen, castiguen y reduzcan estos actos. Debemos ser conscientes que se hace preciso un cambio en la mentalidad de todos, principalmente en aquellos que producen, animan y provocan el "bullyng" o los que miran hacia otro lado.
La educación juega aquí un papel muy importante, ya que es a través de ella, precisamente, como se pueden conseguir los cambios, aunque sabemos que lentos, en el pensamiento.
La educación debería erigirse así como estandarte de la razón, la verdad, la paz, la convivencia, el respeto, el diálogo, el consenso, la tolerancia, la crítica, la solidaridad... y las escuelas deberían tener en cuenta todos estos valores en todo momento, en todas sus clases, en todas sus actuaciones, en todos sus niveles.
Pero todos sabemos que la educación no empieza ni acaba en la escuela. Es aquí donde empieza a complicarse todo, pues tanto educadores, como educandos llegan a ella con una "educación de partida" que tanto familias como contexto social le proporcionan.
Pienso que la escuela debería de actuar de puente, de enlace entre sus integrantes y su contexto y hacer de mediadora entre los diferentes estratos sociales.
Estamos ante uno de los grandes problemas que se nos presentan en nuestra sociedad y sólo entre todos podemos resolverlo.
Mireia L. S.
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