La escuela está concebida como el medio a través del cual se transmite el patrimonio cultural de la sociedad en la que está inmersa. El conjunto de significados compartidos que se transmiten en la escuela, es decir, los valores, creencias, expectativas, normas de comportamiento y rituales que modulan la forma de pensar y actuar de los participantes del proceso educativo, es lo que denominamos cultura escolar. Esta cultura escolar asume la cultura de la sociedad a la que pertenece a la vez que ayuda a su transmisión y consolidación. Ambas se interrelacionan e influyen mutuamente.
Pero cada vez más, nuestra sociedad y nuestras escuelas están formadas por gentes de las más diversas procedencias y la diversidad cultural es hoy un hecho indiscutible.
Aunque desde todos los ámbitos se abogue por una educación intercultural basada en la tolerancia y en el respeto, en el aprendizaje cooperativo como estrategia de aprendizaje y en una escuela en la que todas las formas culturales se sientan representadas, la realidad diaria está bastante alejada. No acabamos de deshacernos de estereotipos y prejuicios y esta heterogeneidad cultural existente que debería contrubuir a abrir nuestras mentes más allá de lo tradicionalmente asumido supone un punto de desencuentro que complica las relaciones y no deja de ocasionar conflictos.
Así, dentro de una misma clase podemos encontrar alumnos de diversos lugares, con diferentes formas de ver el mundo y con distintas lenguas, situación que, en lugar de enriquecer nuestra propia cultura, genera problemas educativos, religiosos, lingüísticos, estéticos, económicos, convivenciales, etc. Situación que se agrava, sin duda, cuando los alumnos originarios de otras culturas se encuentran en precaria situación económica y tienen culturas y lenguas muy alejadas de la dominante.
No resulta fácil educar desde la multiculturalidad y para la multiculturalidad, pero debemos asumir estos conflictos y no soterrarlos, intentando corregir actitudes y potenciando la colaboración y la cooperación, fomentando la convivencia, la autocrítica, la tolerancia, el respeto y el enriquecimiento mutuo.
La importancia de la planificación, la organización, la evaluación continua, la participación, el diálogo y el consenso es indiscutible y tanto profesores, como alumnos, padres y centros deben concienciarse del esfuerzo que deben hacer para adaptarse a la peculiaridad de los grupos y que no se pierda uno de los sentidos de la educación como medio para la realización de las oportunidades personales independientemente de la situación de partida de cada uno.
Se hace así imprescindible enfatizar en la igualdad de oportunidades sin reducir los niveles de exigencia para conseguir tener una educación de calidad y que ésta no pierda su propia esencia y razón de ser.
Mireia L. S.
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