El conflicto...

Tan natural como la vida misma, el conflicto forma parte de todos nosotros, integrado a nuestras relaciones personales, emergiendo entre la individualidad de cada uno y la convivencia, dando cuenta clara de nuestra independencia, de la visión particular de lo que nos rodea, de nosotros frente al mundo, de nuestros gustos, de nuestras creencias, de nuestros pensamientos, de nuestra subjetividad, de nuestro sentir y nuestro ser. Las organizaciones escolares, como microcosmos de la sociedad en la que están insertas y partícipes de su influencia, son un espacio vital en el que confluyen múltiples interrelaciones que configuran el marco propicio para el surgir de los conflictos. De la postura que adoptemos todos ante el mismo sin excepción -protagonistas, interesados, mediadores, observadores, etc.- dependerá que nos rindamos ante ellos o los veamos como una excelente oportunidad para mejorar, crecer, avanzar, progresar y evolucionar.



Es mi deseo, a través de las siguientes páginas, abrir el debate sobre el tema y ampliar visiones que nos permitan ver más allá del aquí y ahora, coger al conflicto de la mano y dejarle que nos guíe por un camino de futuro productivo.




viernes, 8 de enero de 2010

RELACIONES ENTRE PADRES Y PROFESORES

Una de las múltiples relaciones que se establecen en las organizaciones educativas es la de los padres de los alumnos con los profesores.

En la actualidad, en la mayoría de escuelas hay un AMPA (Asociación de Padres y Madres de Alumnos) formado por una representación de padres y constituida en órgano consultivo, que sirve de puente entre la propia escuela y el resto de padres.

Pero hoy, aquí, me gustaría hablar de las relaciones persona a persona que se establecen entre los padres y el profesor o profesores de un alumno.

El tipo de relación que se establece varía en función del carácter, la forma de pensar, la actitud ante los problemas, etc., pero, fundamentalmente, depende en gran medida de la relación de partida entre los padres y el hijo, del rol que ocupa dentro de la familia y el valor que se le da en la misma. Tomando como punto de partida el lugar que ocupa el hijo dentro de la familia, creo que las claves para que la relación entre padres y profesores se manifieste en un sentido u otro, es decir, que sea una relación positiva o no, son las expectativas de los padres hacia los estudios en general, hacia la propia escuela y hacia el profesor en cuestión, así como las expectativas de éstos (padres y profesores) con respecto al alumno/hijo.

Cuando todas estas expectativas son buenas por ambas partes, lo habitual es que la relación también lo sea. Esto no quiere decir que en determinados momentos no pueda surgir un conflicto, pero lo normal en estos casos es que lleguen a un acuerdo en la forma de resolverlo y la situación consiga ser satisfactoria para todos, pues tanto padres como profesores actúan en una misma dirección en favor de los intereses del alumno y, por consiguiente, de los suyos propios. El objetivo principal de unos y otros es el mismo: conocer al alumno/hijo y que su aprendizaje se desarrolle de una manera óptima. Estamos ante un tipo de relación fluida, abierta, donde la comunicación que se produce es real y consistente.

Por desgracia, las relaciones no siempre son tan fructíferas. Puede suceder que las expectativas con respecto al alumno no sean las mismas entre padres y profesores, que los padres no crean que la escuela reúna los requisitos esenciales para garantizar una buena enseñanza a su hijo y, en el peor de los casos, que las expectativas de los padres hacia los estudios en general sean bajas o nulas.

Aunque estando como estamos sumergidos en lo que se denomina "sociedad del conocimiento", pueda parecer que esta última opición no es posible, la realidad nos muestra que sí en más ocasiones de las previsibles y deseables y no cómo algo fuera de lo habitual o extraordinario, sobre todos en extrarradios de grandes ciudades, barrios con escasez de recursos, lugares donde se concentran grandes grupos de emigrantes con lenguas diferentes y zonas marginales.

Cuando esta situación se da, los conflictos se multiplican e intensifican y las posibilidades de llegar a resolverlos se reducen.

Si esto ocurre, la comunicación entre padres y profesores suele ser escasa, en tiempo y manera. Raras veces los padres se ponen en contacto, suele ser el profesor quien los solicita y éstos, en la mayoría de ocasiones, muestran una actitud pasiva, dando a entender con ella que la escuela representa simplemente un lugar donde sus hijos deben pasar un periodo de tiempo determinado, no muestran ningún interés especial por aquello que les puedan contar y ni quieren, ni piensan poner nada de su parte para que sea de otro modo. La comunicación que aquí se produce, cuándo se produce, carece de significado ya que la intención y motivación para que sea efectiva no es la misma entre ambas partes.

Pero no es el peor de los casos. Puede suceder que la actitud que tomen ciertos padres ante los conflictos sea de agresividad y aunque la intencionalidad de que se produzca comunicación entre ellos es explícita tanto por padres como por profesores, no hay coincidencia en la forma, no se cree en el diálogo y raras veces se llega a un consenso.

Aunque en casos más excepcionales, también podríamos decir que, de vez en cuando, nos encontramos con algún profesor que nunca parece estar disponible y los padres se encuentran con dificultades cada vez que precisan o desean hablar con él.

En líneas generales estas son las relaciones "típicas" que podríamos decir que se dan entre padres y pofesores, si bien, debemos precisar que cada relación en sí misma es única, como únicos e irrepetibles son quienes se relacionan y en las manos de cada uno de ellos está la posibilidad de que cuando surge un conflicto se llegue a aprender de él.
Mireia L. S.

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